lunes, 8 de julio de 2013

Cumpleaños en el sur

Las tías clásicas antioqueñas suelen usar como una de sus frases de cajón en los cumpleaños o cuando les preguntan la edad, esa que dice "los años no llegan solos" y parece que tienen razón, uno cuanto más tiempo va viviendo, va encontrándose con esas cosas que llegan con los nuevos años de vida.

Ocurre que no es fácil olvidar la fecha que desde pequeño te dijeron en tu casa, en la escuela y hasta en la cédula, que saliste del útero de tu madre y saludaste al mundo con tus ojos bien abiertos acompañados de un grito estrepitoso, siempre va a haber alguien que se encargue de recordartelo ese día saludándote con un "amaneciste un año más viejo", así que bueno, toca asimilar la llegada de un nuevo número en el calendario de tu vida.

Este año, las costumbres cumpleañeras variaron un poco más de lo normal, empezando porque a nadie le dio por cantar a grito herido el cumpleaños de Dimedes Díaz, ni por llamar justo a las doce de la noche, y claro, cómo lo iban a hacer en un contexto argentino. Aquí las costumbres para el día del cumpleaños tienen un tinte que a uno hasta se le hacen raras, aquí el cumpleañero es el que organiza todo muy minuciosamente para el día concreto, le avisa a todo el mundo, les dice que tienen que llevar si se trata de un asado o si se va a hacer una tarde de mate con facturas; en este caso, decidimos, o mejor dicho, decidí no ponerme a organizar un evento muy elaborado que implicara desgaste total y confusión de costumbres entre paises.


Ese día, donde el clima no era el mejor aliado, salimos a almorzar con las amigas del hostal a un lugar lleno de imágenes que le rinden culto a las estrellas clásicas del rock mundial, volvimos al hostal a ver una peli escondidas bajo las cobijas, comimos musse de chocolate y de dulce de leche, para en la noche, salir con los compañeros de la clase de teatro a algún bar de la ciudad.

Salimos a la calle a eso de las once de la noche y resulta que gran parte de los lugares abrían después de la media noche, incluso un par de ellos abrían a las cuatro y seis de la mañana respectivamente, así que no teníamos idea de un lugar a donde pudiéramos ir, hasta que por esas circunstancias raras de la vida, a la vuelta de donde estábamos, una de las compañeras había visto -desde afuera- una especie de bar, pero no estaba muy segura, así que nos decidimos, llegamos al lugar y claro...sí estaba abierto y pudimos ingresar, el lugar era algo psicodélico, lleno de grafitis -sin mucha técnica en su mayoría según Shetza- las paredes se encontraban abarrotadas de imágenes con colores incandescentes y frases de canciones como "esta es la era de la boludez", la música estaba que ni mandada a hacer: buen rock, reggae y hasta ska, la noche en el lugar estuvo bastante entretenida, hasta que el volumen de la música se hizo tan fuerte que terminamos en el hostal rematando la celebración hasta las cinco de la tarde del día siguiente.


 

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