domingo, 28 de julio de 2013

Otras tres experiencias como espectadora de Teatro en Rosa-rio

Mi experiencia como espectadora de teatro de sala en Rosario inició con las "criaturas particulares de Roberto White": Una criatura zigzagueante, frondosa y aparatosa cuya esencia de mujer de abultado vestido no se reveló sino hasta el final, pese a que abrió la presentación; serecitos pequeños muy expresivos de piernas índice y anular y manito de pulgar; aves hechas de globos de piñata o de guantes inflados, un hombre de mano que intepreta sensaciones existenciales en una jaula- cárcel... Personajillos que despertaron toda mi inspiración y alimentaron mi espíritu en una fiesta de pequeñas alegrías arrojadas directo hacia la emoción.
 El teatro en que se realizó la obra fue también un descubrimiento. Había sido un supermercado que fue tomado por sus trabajadores como centro cultural, en la modalidad de cooperativa. Y ahora funciona como una academia, aunque también existe la posibilidad de realizar ciertas compras.

Días después llegó la experiencia en el Centro de Estudios teatrales con Amarillo Vang Gogh. Después de la copa de vino que agarré del dispensario de agua fría-caliente-café-te-mate-vino ubicado sobre una mesita en la sala de espera, ingresé a la habitación de Van Gogh, con el pintor en carne y hueso sentado en el escenario. Momento maravilloso en que me adentro en la interioridad de uno de mis artistas favoritos, en sus locuras y angustias. Momento hermoso también el de la etapa del encierro: Vincent está otra vez recluido porque quieren normalizarlo. Pinta entonces una ronda de presos, la que me entregan como imán cuando compro la boleta. El encierro s asfixiante y provoca náuseas, tanto indigna como entristece. Pero después de ello, viene la luz, y los círculos amarillos en fondo azul son los soles después de la tormenta, que por star proyectados al fondo del escenario producen "patentico" el efecto de estar adentro de una obra pictórica. no me gustan las consideraciones del Suicidado de la sociedad sobre lo comercial y el arte, porque me hace un eco disfrazado de los resentimientos del directos y/o dramaturgo respecto a la capacidad del teatro para sostener económicamente a sus progenitores de a diario.  Pese a ello, me toca en lo hondo el tema someramente expuesto de la contraposición entre la subjetividad individualista del artista, (de este artista) de su soledad, y la pretensión de asociación con los otros, que vine dada por el carácter ineludiblemente colectivo del arte.

Y, después de los cortos teatrales, que ya anoté en entrada precedente, asistí gratamente acompañada al unipersonal de un mendigo que iniciaba con un serecito dedal (dedos índice y anular como pies, pulgar como manito) saliendo de una masa informe que se reveló posteriormente como mendigo, uno también tan realista que dejó en evidencia la trayectoria de su  intérprete. Allí, 45 minutos de un vaivén en la concentración que estuvo matizado por ciertos momentos de complicidad airada, pues a mi lado estuvo Corinto, quien había vivido hacía poco la indignación de quien es privado de pasar hacia un sitio por una muralla de cemento, de carne o de convenciones arbitrarias (los límites entre países por ejemplo). En las luces, la profe de teatro, y es la oportunidad perfecta par explorar la puesta en escena desde esa perspectiva, con luces que a veces son ellas mismas objeto teatral. La obra se presentó en el teatro El Rayo Misterioso, espacio que acaparaba la mayor parte de mi curiosidad en materia de teatros rosarinos, y que, por ese vicio recurrente de buscar mi ciudad en todos lados, asimilo con el teatro Matacandelas de Medellín, a lo mejor por su enfoque interdisciplinario de las búsquedas por el teatro. A la salida, oportunidad de explorar desde lejos la biblioteca teatral a disposición del público (asistente o no) y de comerse o tomarse algo allí mismo.


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