jueves, 9 de mayo de 2013

La arepita colombiana



Homenaje a la arepa antioqueña
(arepa que me hizo mi mamá en Medellín)
Cuando cruzamos la frontera de la Quiaca, y tras pasar algunas horas esperando el bus que nos acercaría a nuestra ciudad destino, nos embarcamos inesperadamente en uno de los mayores retos que nos depararía la vida en rosa-rio: acostumbrarnos a la nueva comida. Antes de llegar a la Argentina, deambulaban por mi cabeza algunos fantasmas que antaño eran recuerdos de una experiencia en ese país pero ahora eran más que todo expectativas. Sabía que me haría falta la comida colombiana, por lo menos el desayuno (de sal) con arepita, pero ya no podía imaginarme con base en esos flashbacks en qué medida iba a afectarme el cambio. Sabía de sobra que podía irme olvidando de desayunar "por fuera" una cosa diferente a la archiargentina medialuna (croissant dulce), y por eso fue una fortuna estar en la frontera un poco más tardecito.

Así fue que experimentamos el giro gastronómico en el primer almuerzo argentino. No recuerdo qué, pero estaba constituido por harina y traía pan, mucho pan. En la carta no figuraban sopas, ni jugos, y en la descripción de las preparaciones ya no se mencionaba la quinua ni la palta. Era esperable, nos habíamos adentrado en un territorio muy europeizado, con marcada injerencia española e italiana, y eso se notaba en la multitud de tartas y pastas que nos ofrecían, en los postres, el vino, el pan, y en la poca variedad de platos, que contrastaba con el resto de países que acabábamos de visitar en latinoamérica.

Cena en restaurante caché:
Los sitios que ofertan comidas preparadas en Argentina son todos restaurantes muy cachés. No hay carretas con verduras, no hay carritos de perros (de "panchos") ni sombrillitas multicolor para cubrir de la lluvia las papayas jugosas o los mangos con sal y limón. Ni qué decir de la papa mugre, de las salchipapas, de la papa en cualquier forma; es inútil, hay que renunciar, aquí no se consigue ni un paquete de papitas de limón. El comercio callejero es escaso y las tiendas de esquina son también escasas, nunca lo suficientemente arrabaleras como para sentirse menos extranjero. Por ello, la comida en esos restaurantes es, obviamente, muy cara, y mucho más cuando uno no se ha acostumbrado a la moneda local (¿Que 50 pesos la cuenta? ¡Qué es eso!... y en realidad no son ni 20.000 pesos colombianos.) Por eso lo común para quienes vivimos acá en modo económico es cocinar en casa, o a falta de casa, en el hostel.


Prepararnos unas lentejas (o porotos, o arvejas, siempre enlatadas) con arroz y ensalada de espinaca se convirtió ya en un clásico entre semana. Cuando no, cocinamos cremas -de espárragos, de verduras, de queso (?!)- o pastas, que se venden por ejemplo raviolis rellenos con queso (otra vez), con verduras, con ricotto - que es también queso y no pimentón como creímos-. Si no, preparamos pizza (con queso!), o hamburguesa acompañada de papas para no ser siempre tan saludables... Y por ello, nos volvimos consumidoras fieles de milanesas: de soja rellenas con queso, de soja sola, de mijo y ---?--, de otras variedades que aún nos quedan por probar... Y si alguien sabe prepararse unas milanesas de berenjena, resultamos participando en un banquete de ambrosía, como consolación por la nostalgia que ataca al comensal colombiano en tierras alejadas del hogar.


Respecto a la compra de ingredientes: Verduras nuevas en nuestra alimentación son los zapallitos, redondos o alargados. De resto, las frutas y verduras que se consiguen en verdulerías (que esas sí hay afortunadamente) están supeditadas a la estación de la cosecha.  Por ahora no hemos tenido contacto con fruta diferente al banano, la naranja y la manzana, el tomate que es infaltable, y el aguacate (palta) que junto con el plátano son bienes de lujo más bien escasos. Esos mismos son los sabores de los jugos artificiales, más variados en el "manchatripas" (llámese tang o clight) que suman otros limitados contados como exóticos y que provienen principalemente del Brasil (melón es uno). El resto no son sino gaseosas de pomelo y vinos muy baratos. El gato negro a 5.000 pesos colombianos es una alternativa tentadora para solventar la monotonía en la sobremesa.

Es esperable entonces que el licor no esté reservado en la mesa argentina para los fines de semana, en los cuales es más común la cerveza Quilmes. Según la costumbre argentina, una noche cualquiera de invierno conviene tomarse un buen vinito, acompañado de una cena muy abundante y muy trasnochada -casi de desayuno, a la madrugada. Cena consistente, muy posiblemente, en unos ñoquis de papa, o unas pastas con pan, con mucho pan. Por ahora a nosotras no nos falta en la noche el chocolate calientito o el mate catalinudo para no dormirse tan temprano.

Y de postre... claro, hay que escribir sobre el postre. Si no existe la mora ni la uchuva, se tiene en cambio el damasco y la frutilla, que al menos en la forma de mermelada nos regala los nutrientes azucarados esenciales que a diario -¡y con qué frecuencia!- necesitamos. Porque acá existen tentaciones constantes en ese ítem gastronómico, dada la calidad y variedad de confiterías y panaderías donde no se consigue pan salado pero sí multitud de "facturas" o galletitas dulces variadas, alfajores, chocolates, etc., elaborados con el más fino dulce de leche que es una versión mejorada del arequipe. La garrapiñada de almendras es de las poquésimas tentaciones que tienen su nicho en las calles, pero es una esquisitez que por su elevado costo y reiterativa intimidación no hemos osado probar... por ahora.

Para terminar, un homenaje a la arepa colombiana, este preparado en tierras argentinas por las mismas prodigiosas manos que prepararon las berenjenas memorables:..

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si no me equivoco esto lo escribió Cata! Muy bonita la idea del blog chicas, así me entero pormenorizadamente de sus peripecias por tierras gauchas... espero pronto, ojalá que bien pronto, las andanzas a pueblos cercanos, a otras ciudades, y que nos cuenten un poco de la vida cultural de la ciudad. Ah! y de los mercados, ¿hay mercados?

Un abrazo fuerte,
Vanezza.

Isabel Castaño dijo...

Vane, creo que tienes razón, esto lo escribió Cata jajajajaja. He leído ya varios escritos del blog y me tienen encarretada, cuando llegué a este ahí si no me encontré con términos que ni idea...Cata, qué tal hacer un glosario con esas frutas y alimentos raros que mencionas? :P Podrían tener una minidescripción y una foto de qué es ^_^

Sigan escribiendo! Estaremos siguiendo sus chocoaventuras. Abrazos! Se cuidan. Isa :)

Alguien y cualquiera dijo...

Hola Vane,

La autora de esta entrada obviamente fue Cata. Respecto a tus preguntas, te cuento que aquí efectivamente hay mercados, pero no al estilo Parú-Boliva, sino de un tipo más bien europeizado tipo mercado de las pulgas, pero no hemos ido a conocerlos todavía.

De los pueblitos, no hemos recibido casi información, por eso no hemos ido a ninguno todavía aunque si queremos empezara puebliar de vez en cuando ;) y bueno, hay muchas historias que contar y fotos que subir, pero todo en su momento...

Abrazos para ti también,

Marta