sábado, 11 de mayo de 2013

Cuarto de hostal

Llegamos a la ciudad de Rosario y bueno, como no somos un par de estudiantes de alta alcurnia de esas que arriendan un piso amoblado en el sector más exclusivo de la ciudad mientras adelantan sus estudios, nosotras, nos quedamos en un hostal, en "quechua", aquí estamos en la calle Italia, muy cerca de todo lo que podemos necesitar habitualmente, con decir que en lo que llevamos viviendo aquí, sólo hemos tenido que tomar dos veces bus urbano para llegar a otro lugar de la ciudad.

En principio nos quedábamos en el cuarto número uno, donde cada noche escuchábamos la melodía del padrino antes de irnos a la cama de cuanta de alguien que sospechamos conocer, si es un señor que Cata conoció en la peatonal y que estaba empeliculado literalmente con "el padrino", ese cuarto también lo compartimos la primera semana con Diana -la compañerita de la maestría que viene cada dos meses a estudiar durante una semana completa derecho procesal-. Ahora nos estamos quedando en el cuarto número siete, en el segundo piso exclusivo -en el bajo mundo el conocen como polo sur por ser el mas frío de todo el hostal-, sin embargo eso se puede subsanar con un aparato sofisticado de calefacción de esos que en Colombia no se ven, porque uno no los necesita habitualmente.




La habitación tiene televisión, que aunque normalmente lo utilizamos como repisa, y hasta como tendedero de ropa, los fines de semana fríos sirve como entretenimiento si somos suertudas y pasan una película como "La lista de Shindler" o "El espantatiburones" que Cata no pudo terminar de ver porque como cosa rara se quedó dormida a tempranas horas de la noche mientras yo estaba como un bombillito.

En semana, las noches son tranquilas y uno puede sentarse en un sofá unipersonal a leer algo, por ahí hasta la una de la mañana y no hay nada que lo desconcentre, salvo que a un zancudo le de por meterse por la pequeña ventana que tenemos, el problema llega los viernes, pues resulta que en la esquina de en frente hay un "boliche", es decir un bar que se convierte en una ruidosa y estruendosa discoteca los viernes y que no permite concentrarse sino hasta las cuatro o cinco de la mañana; mientras en el dichoso boliche pueden estar haciendo todo el ruido del mundo Catalina muy campante se queda dormida y hasta sueña,mientras yo, amanezco con unas ojeras que no quisieran ver y por eso me quedo durmiendo hasta las 11 ó 12 del día mientras Cata se levanta temprano como de costumbre, se pone a leer en el herpo (ipod!), se baña y me despierta para que bajemos a desayunar juntas.

En términos generales, el cuarto ha sido muy agradable, y aunque a veces seamos un poco desordenadas, las cosas aparecen y se desaparecen cuando lo consideran necesario.




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