miércoles, 22 de mayo de 2013

Noche de tango y milonga

Hace un par de días, cuando la ciudad se encontraba a una temperatura aproximada a los seis grados, decidimos lanzarnos en medio de la noche en búsqueda del chamuyero. Llevamos un gato negro para la celebración, vimos que era una excelente compañía para la noche que apenas comenzaba, yo no contaba con la fuerza necesaria y el valor para abrirlo como el rito lo exigía, hasta que ella se decidió y así logramos oler sus entrañas, un par de perros se acercaron, parecía que también querían probar la pócima, pero fue imposible compartir con ellos, porque justo en ese instante...lo encontramos!!!

Si, ahí estaba, todo cubierto de arrabal, era él, el famoso chamuyero. Aun no me explico como hicimos para llegar hasta allí, después de haber deambulado por las calles con un gato negro que pasó de nuestras manos a nuestra laringe, después de haber sido perseguidas por un par de perros hambrientos.

Al fin llegamos a nuestro encuentro casual -a nuestra cita - con el destino, todas logramos entrar, nadie nos dijo nada, pero eran muchos y todos hablaban en un mismo lenguaje: el tango. Tratamos de ubicarnos en el lugar mas cómodo que encontramos y que nos permitiera observar de cerca el espectáculo. muchos de ellos estaban sentados al rededor de pequeñas mesas de madera iluminados por una luz entre roja y amarilla, al fondo se divisaba el centro donde se congregaban por parejas a acercar sus cuerpos sensualmente al ritmo del tango y la milonga.



Una de las chicas decidió traer a nuestra mesa una botella con capacidad de un litro llena toda de un liquido burbujeante con sabor a cebada, madera y alcohol, la distribuimos en cinco recipientes cilíndricos, que se iban llenando cada vez que se veían un poco vacíos, hasta que en dos de ellos se colaron los restos del gato negro que habíamos escondido en una de nuestras mochilas de esos perros que nos siguieron hasta el lugar.

En medio de las luces, la música, el baile sensual y un nuevo perro que se coló en la fiesta, de repente, todo fue silencio, un silencio que sólo podía ser interrumpido por el sonido de un bandoneón, que nos trasladaba a aquellas épocas en que Gardel visitaba a Medellín. Un cantante que no requería micrófono para que su voz invadiera cada rincón del lugar comenzó a interpretar bellos tangos, mientras los demás presentes nos encantábamos lentamente al escuchar las melodías.

La noche finalizaba y nosotras debíamos despedirnos del lugar, porque ya estaba helando y si nos quedábamos un tango más corríamos el riesgo de salir a la calle y que nuestros pulmones se congelaran mágicamente.

El chamuyero definitivamente es un lugar para volver, no se si con la frente marchita o con el espíritu dispuesto a guardar dulces recuerdos, pero ahí estará, en la calle corrientes, los perros te indicarán como llegar. 

jueves, 16 de mayo de 2013

El cuento de las estaciones y la sensación térmica

Cuando llegamos a este país, estábamos en pleno otoño, las hojas comenzaban a caer lentamente de los árboles, algunos de ellos empezaban a verse algo opacos, allí recordé una de las reuniones con el maestro Mesa, cuando nos leía como un abuelo querendón lo hace con sus nietos cerca a una chimenea   un par de cuentos y hasta algo de filosofía, ese día el nos llegó con un texto de Ortega y Gasset sobre la metáfora, fue tan bello cuando el leyó con su entonado acento que los chinos al no encontrar un símbolo que les diera a entender la tristeza, decidieron unir dos: otoño y corazón, con lo que se entendería que la tristeza es el otoño del corazón, en ese momento a la mitad de los asistentes se nos alcanzó a escapar un suspiro.

Las hojas siguieron descendiendo de los árboles, todo se tornó tan natural y tan cotidiano que ya no nos percatábamos del asunto, hasta que un día, íbamos caminado por las calles de la ciudad y allí estábamos, tan presentes, como que dejábamos un eco, y como no dejarlo si es que estábamos caminando sobre las hojas del otoño rosarino, las había de muchas formas, todas muy bellas -fue el primer otoño de mi vida-, recuerdo que guardé un par de ellas como recuerdo en un librito que llevaba en el bolso, y que suerte la mía, el libro era de Borges.



El otoño terminaba y nosotras a penas comenzando a conocer a Rosario, a vivir sus domingos soleados con temperatura ideal de esas donde no tienes mucho calor pero tampoco te hace mucho frío, pero cuando en un lugar existen esas cosas que la gente suele denominar estaciones y que a uno le suenan como a película extranjera, pues la visión y hasta el aire cambian.

Resulta que ahora nos encontramos en pleno cambio de estación y comienza a hacer frio, y como aquí el pronostico del clima si es real y se cumple estrictamente, muy sagradamente cada mañana antes de observar cualquier cosa, lo primero que miramos es el pronóstico del clima por rangos de horas para la ciudad, y vaya sorpresa! cuando nos encontramos con la temperatura de la hora y la sensación térmica que se experimentará, eso de la sensación térmica no lo entendíamos, hasta que una compañera nos explicó que por la humedad la temperatura cambia y se siente diferente, por lo cual, si el pronóstico del clima dice que estaremos a nueve grados de temperatura generalmente nos muestra que la sensación térmica será de cinco grados, noticia totalmente desmotivante, porque toca pensar que ropa debe usarse para que no le de a uno tanto frío y cuantas horas se va a pasar encerrado en el cuarto del hostal al lado del calentador para no sentirse congelado durante el día.

También con el invierno llega el hielo a los grifos, parece que a través de ellos se derritiera el antártico  el agua sale tan fría que se puede preparar una bebida helada al instante sin tener que usar hielo o mantener el liquido refrigerado por algún tiempo.

Ahora el invierno comienza a apoderarse de la ciudad y salvo el problema de pensar en el método más idóneo para no congelarse, los días siguen siendo bellos, el cielo sigue siendo aun más azul, tanto que uno a veces piensa que los días cálidos no siempre son los mas calurosos para el alma.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Experiencias bizarras de logias y logías

"Memos", o volanticos que se reparten
desaforadamente en la vía pública
Cuando comenzamos a caminar por las calles de Rosario notamos, con asombro primero y con aire de mofa después, la cantidad de consultorios médicos, sanatorios, y servicios de profesionales con especialidades muy particulares, ofreciendo consultas no solamente de psicología, oncología o fonoaudiología, sino también de podología, posturología, odonpodoposturología, y en general de todas las logías posibles para una imaginación fructífera (especialmente de una ocupada en el área de los pies o la columna). Además, la oferta en estas logías bizarras es tan abundante que hace suponer también una amplia y diversa oferta educativa, lo cual hemos verificado en el contenido de algunos de los "memos" con que a diario nos encartan en la calle. 

Parece haber aquí una superespecialización del conocimiento que no obsta para que la formación académica sea aparentemente más integral que la que normalmente se recibe en Colombia. Sorprende encontrar cátedras anuales dedicadas con amplio despliegue al estudio de la metafísica, área que cuenta con muchos adeptos por estos lares y se anuncia en todas partes como curso particular, ciclo de conferencias, seminario de extensión. Además, en la enseñanza secundaria parece frecuente (al menos más frecuente que en Medellín) que se incluyan las asignaturas de teatro y música. Puede ser por eso que los artistas rosarinos son en su mayoría artistas muy integrales; si uno se encuentra con un bailarín, es probable que haga teatro también, y si se encuentra con una actriz, resultará que también danza y pinta, y aprende a tocar clarinete y hace contac y clown (que para mí no es teatro pero cuenta como experiencia bizarra). Se nota que los rosarinos desde "chicos" tienen muchas facilidades para entrar en contacto con universos a los que en Colombia es difícil acceder. 

Todo ello otorga cierta extravagancia al mundo académico de la ciudad, que los fines de semana se nutre en las ventas callejeras del río con variados libros muy locos, sobre chamanismo, experiencias psicotrópicas, rock, tango, y principalmente, sobre psicología y psiquiatría, que acá son el pan del pueblo. En cambio, del opio del pueblo parece haber poco. No hemos visto muchas iglesias, aunque sí algunas diferentes a las que estamos acostumbradas... más rectangulares y con menos ventanas, a lo mejor son anglicanas o dios (alá, buda, etc) sabrá de qué religión. 

Foto desprevenida en la calle Córdoba 
.. Porque en un ambiente así no es descabellado que proliferen todo tipo de teorías, creencias, sectas, grupúsculos. Por ejemplo, yo había visto en wikipedia algo sobre los Chemtrails, pero no me imaginé que me encontraría alguna vez en una calle a los representantes de un grupo de estudio dedicado a ese tema. Me abordaron un hombre y una mujer ya entrados en años, y como ya me había ocurrido con los apóstatas, me comenzaron a explicar el modus operandi de los chemtrails en medio de una conversación muy amena. Al menos es cierto que los cielos rosarinos son surcados frecuentemente por la estela de unos dirigibles cuyo propósito no sería raro que fuera el de fumigar la soja transgénica que se cultiva masivamente en la provincia. 



Otra día fuimos a la facultad de artes y humanidades y cuál no sería mi sorpresa al ver un cartelito pegado muy orondo y tranquilo, anunciando una "conferencia" a propósito del pensamiento de un autor que yo había oìdo mentar de oídas -de leídas para ser más exacta- pero cuya obra me había sido hasta entonces totalmente esquiva. De modo que, con mucha expectativa, fui restando los días para asistir a la charla que me adentraría en el mundo de Gurdjieff, a la que Marta desde el principio manifestó no querer asistir. Pues ocurrió que el día tan esperado me fui en compañía de ella, que actuaba solamente como gps y compañera de camino para luego marcharse con otros rumbos más aleatorios, cuando nos encontramos indefensamente desubicadas porque en la nomenclatura se pasaba de un número X a uno Z. Entonces, la gps mencionada dio a entender que el limbo numérico en que nos hallábamos debía tener un escalón no contemplado, y resultó que sí, el lugar de la conferencia iba a ser un lujoso hotel que empezó a tornar sospechoso el asunto.

Al preguntar si la conferencia era allí, el botones o el vigilante del hotel (no sé qué sería) emprendió carrera hacia el salón de la conferencia, de modo tal que fue ineluctable seguirlo aún para Marta, que como se recordará no planeaba asistir. Entramos a un pequeño salón. 15 personas más o menos, todas sentadas en círculo y pendientes de quién ingresaba. Después de la sonora corrida de sillas vigilada milímetro a milímetro por 15 ojos atentos, continuó la exposición, que parecía haber empezado hacía rato. Una mujer en pose bastante artificial explicaba las bases del intríngulis del cuarto camino de Gurdjieff. Cuidado de las formas, presencia en todo -receso tenso en el que un hombre repartió tres hojitas por cabeza con las formas de la presencia: en el decir, en el pensar, en el oir, en el mirar... - y con sonrisa aquí y allá (porque no se debe expresar ningún pensamiento negativo) y abundancia de expresiones como "el maestro" o "la verdad",continuó correcta pero nerviosa con su discurso sobre la presencia. Luego, receso para un ejercicio de elegir un verbo y hacerlo "con presencia".

Tras ello, esta mujer rígida, de forma confusa e inútil, intentó asimilar con las pintas de la baraja los tres elementos que según Gurdjieff conforman la esencia humana;a saber, el cuerpo, el intelecto y las emociones. Pero como aún quedaba una pinta (son 4), la escuela que organizaba la "conferencia" opinaba que estaba además lo instintual, de acuerdo con lo cual un practicante del cuarto camino no debía fumar ni beber, y debía someterse a acciones que lo "descolocaran" de su realidad cotidiana; no podía por ejemplo tomar mate (en una historieta habría aquí un signo de admiración sobre la cabeza de los asistentes). Esta hubiera sido "la tapa" si acto seguido una coexpositora no hubiera intervenido para expresar que otra "condición" necesaria para ser practicante del cuarto camino era la de tener disposición en lo espiritual y lo "material", atendiendo claro estaba a la condición particular de cada quien, por lo cual para ingresar a la escuela era indispensable otorgar un 10% del salario para su sostenimiento. 

Una mujer se paró inmediatamente en forma muy airada, y mirando con mucha "presencia" a los estafadores -ya no cabía duda de lo que eran- les esputó en la cara que se imaginaba una cosa muy distinta pero todo eso era una "chalada", y se fue con un portazo, al que le siguió felizmente el de Marta y alguna otra persona. Yo me quedé. Claro, quería explorar en la psicología de semejantes especímenes, decirles unas cuantas cosas, cuestionarlos. Cómo me iba a ir con el avispero alborotado y la chispa encendida de un tema que en la vida real -y no en esa parodia deforme- me suena muy interesante. Espacio para preguntas. Cuestionamientos van, respuestas precarias vienen... "Si Gurdjieff en su obra tal decía esto, ustedes por qué"..., "Gurdjieff hablaba de tres caminos, ustedes de tres"... "Esa tontería de la baraja tan rebuscada, ¿por qué?"... Yo los increpé por la publicidad, por el ánimo de secta religiosa que chocaba con lo poquísimo que había leído del autor, por la incongruencia y el descaro. Luego no aguanté y me fui, más muerta de la risa que de la indignación. A la salida, nos reímos con los demás asistentes del descaro de esa logia, e incluso salí con recomendación de libros y de librería donde rebuscar los libros de un autor que es escaso en Rosario pero más desconocido en Medellín.


(... y es por todo ello que, aunque los rosarinos son medio ateos y desapegados, ésta es la ciudad de la Logías y las Logias)

sábado, 11 de mayo de 2013

Cuarto de hostal

Llegamos a la ciudad de Rosario y bueno, como no somos un par de estudiantes de alta alcurnia de esas que arriendan un piso amoblado en el sector más exclusivo de la ciudad mientras adelantan sus estudios, nosotras, nos quedamos en un hostal, en "quechua", aquí estamos en la calle Italia, muy cerca de todo lo que podemos necesitar habitualmente, con decir que en lo que llevamos viviendo aquí, sólo hemos tenido que tomar dos veces bus urbano para llegar a otro lugar de la ciudad.

En principio nos quedábamos en el cuarto número uno, donde cada noche escuchábamos la melodía del padrino antes de irnos a la cama de cuanta de alguien que sospechamos conocer, si es un señor que Cata conoció en la peatonal y que estaba empeliculado literalmente con "el padrino", ese cuarto también lo compartimos la primera semana con Diana -la compañerita de la maestría que viene cada dos meses a estudiar durante una semana completa derecho procesal-. Ahora nos estamos quedando en el cuarto número siete, en el segundo piso exclusivo -en el bajo mundo el conocen como polo sur por ser el mas frío de todo el hostal-, sin embargo eso se puede subsanar con un aparato sofisticado de calefacción de esos que en Colombia no se ven, porque uno no los necesita habitualmente.




La habitación tiene televisión, que aunque normalmente lo utilizamos como repisa, y hasta como tendedero de ropa, los fines de semana fríos sirve como entretenimiento si somos suertudas y pasan una película como "La lista de Shindler" o "El espantatiburones" que Cata no pudo terminar de ver porque como cosa rara se quedó dormida a tempranas horas de la noche mientras yo estaba como un bombillito.

En semana, las noches son tranquilas y uno puede sentarse en un sofá unipersonal a leer algo, por ahí hasta la una de la mañana y no hay nada que lo desconcentre, salvo que a un zancudo le de por meterse por la pequeña ventana que tenemos, el problema llega los viernes, pues resulta que en la esquina de en frente hay un "boliche", es decir un bar que se convierte en una ruidosa y estruendosa discoteca los viernes y que no permite concentrarse sino hasta las cuatro o cinco de la mañana; mientras en el dichoso boliche pueden estar haciendo todo el ruido del mundo Catalina muy campante se queda dormida y hasta sueña,mientras yo, amanezco con unas ojeras que no quisieran ver y por eso me quedo durmiendo hasta las 11 ó 12 del día mientras Cata se levanta temprano como de costumbre, se pone a leer en el herpo (ipod!), se baña y me despierta para que bajemos a desayunar juntas.

En términos generales, el cuarto ha sido muy agradable, y aunque a veces seamos un poco desordenadas, las cosas aparecen y se desaparecen cuando lo consideran necesario.




La calle córdoba y Marioneto

Ahí está la famosa calle peatonal del centro de Rosario, esa por la que transita gente a todas horas, podría asimilarse a ese junin medellinense de hace medio siglo, esa calle donde nuestros abuelos salían a comprar un atuendo, un ramo de flores, a tomarse un café y en general a "juniniar". En la calle córdoba hay de todo para todos los gustos, se ven personas de todas las condiciones sociales a cualquier hora del día.





Precisamente en esa calle conocimos a nuestro amigo marioneto que tiene por nombre artístico "Charly Marionetas", su espectáculo se acompaña de un pequeño mono que toca piano imitando a John Lennon y realizando una serie de acciones muy particulares, como pasar la hoja de un libro y señalar con el dedo cada renglón;. El espectáculo es realmente bello, aunque es un poco lúgubre, no se si sea por las melodías lentas que están en el fondo, por la pinta de marioneto con su cabello largo y barba que le cubren el rostro mientras se desarrolla la función, o por el aspecto del pianito y la maleta destartalados.


Marioneto en medio de su función en una esquina de la peatonal
De un modo mágico, como ocurre casi todo en esta ciudad, conocimos a este sujeto y ahora cada vez que lo vemos lo saludamos de abrazo en al calle y hasta nos quedamos tertuliando sentados en cualquier esquina sobre las problemáticas sociales de este mundo y de los viajes por latinoemerica -el también viajó como artista callejero y llegó hasta Cali, luego el amor de patria lo llamó a Rosario...dice que hace como dos años que no viaja-.

Hace algunos días lo invitamos a almorzar en nuestro hostal, esto incluía preparación de almuerzo entre todos, café en la terraza y tertulia, resultó que nuestro amigo no era muy buen cocinero por lo que se ofreció antes de cualquier propuesta para la distribución del trabajo de cocina, a lavar los platos al finalizar, tarea que resultó hacer muy bien. Ese día el almuerzo estuvo delicioso, más aun porque contábamos con la compañía de la Chefza del equipo, que es una compañera del hostal que tiene el verdadero gourmet entre todos nosotros y quién por supuesto hizo que el almuerzo estuviera mucho más delicioso.


El día del almuerzo con: Silvia, Shetza, Marioneto, Marta y Cata como fotógrafa

Volviendo a la calle córdoba, es preciso que se tenga en cuenta que el único artista callejero que allí se presenta no es nuestro amigo marioneto, también están los amigos del Citar -Cristian y Fernando- quienes tocan su instrumento traído desde la India con toda la pasión del caso, incluso nos invitaron hace pocos días a su pequeño estudio de grabación, fue genial estar allí, el lugar realmente tenía una muy buena energía y allí nos dimos cuenta que ellos también eran vegetarianos como nosotras, lo que nos llenó de animo, pues observamos que en este, el país de los asados, si es posible vivir sin comer carne y no morir en el intento.


Tarde de sábado con mate en el río con Cata, Fernando, Cristian y Marta


Otro personaje que conocimos en la calle córdoba es a un chico saxofonista cuyo nombre no recuerdo, pero si su discurso cuando afirmaba que el no se cortaba la barba porque la consideraba una antena por donde ingresaban energías a su cuerpo y le proporcionaban sabiduría, pero no me pudo explicar muy bien su funcionamiento porque estaba tocando saxo, para recoger dinero y pagarse la entrada a un película: Iroman.

Si uno camina por córdoba, todos los días puede encontrarse con cualquier sorpresa,como un grupo de manifestantes viendo el juicio contra un sindicalista, una feria del libro ambulante, pintores de rostros y de cuadros, artesanos que piden sonrisas, chicas que gritan "chipacitossss", puestos donde venden almendras garapiñadas, y si uno sufre de esa enfermedad que las tías suelen denominar como "mal de vereda" puede llegar a ver una lista larga de chicos guapos tipo Holliwood .

jueves, 9 de mayo de 2013

La arepita colombiana



Homenaje a la arepa antioqueña
(arepa que me hizo mi mamá en Medellín)
Cuando cruzamos la frontera de la Quiaca, y tras pasar algunas horas esperando el bus que nos acercaría a nuestra ciudad destino, nos embarcamos inesperadamente en uno de los mayores retos que nos depararía la vida en rosa-rio: acostumbrarnos a la nueva comida. Antes de llegar a la Argentina, deambulaban por mi cabeza algunos fantasmas que antaño eran recuerdos de una experiencia en ese país pero ahora eran más que todo expectativas. Sabía que me haría falta la comida colombiana, por lo menos el desayuno (de sal) con arepita, pero ya no podía imaginarme con base en esos flashbacks en qué medida iba a afectarme el cambio. Sabía de sobra que podía irme olvidando de desayunar "por fuera" una cosa diferente a la archiargentina medialuna (croissant dulce), y por eso fue una fortuna estar en la frontera un poco más tardecito.

Así fue que experimentamos el giro gastronómico en el primer almuerzo argentino. No recuerdo qué, pero estaba constituido por harina y traía pan, mucho pan. En la carta no figuraban sopas, ni jugos, y en la descripción de las preparaciones ya no se mencionaba la quinua ni la palta. Era esperable, nos habíamos adentrado en un territorio muy europeizado, con marcada injerencia española e italiana, y eso se notaba en la multitud de tartas y pastas que nos ofrecían, en los postres, el vino, el pan, y en la poca variedad de platos, que contrastaba con el resto de países que acabábamos de visitar en latinoamérica.

Cena en restaurante caché:
Los sitios que ofertan comidas preparadas en Argentina son todos restaurantes muy cachés. No hay carretas con verduras, no hay carritos de perros (de "panchos") ni sombrillitas multicolor para cubrir de la lluvia las papayas jugosas o los mangos con sal y limón. Ni qué decir de la papa mugre, de las salchipapas, de la papa en cualquier forma; es inútil, hay que renunciar, aquí no se consigue ni un paquete de papitas de limón. El comercio callejero es escaso y las tiendas de esquina son también escasas, nunca lo suficientemente arrabaleras como para sentirse menos extranjero. Por ello, la comida en esos restaurantes es, obviamente, muy cara, y mucho más cuando uno no se ha acostumbrado a la moneda local (¿Que 50 pesos la cuenta? ¡Qué es eso!... y en realidad no son ni 20.000 pesos colombianos.) Por eso lo común para quienes vivimos acá en modo económico es cocinar en casa, o a falta de casa, en el hostel.


Prepararnos unas lentejas (o porotos, o arvejas, siempre enlatadas) con arroz y ensalada de espinaca se convirtió ya en un clásico entre semana. Cuando no, cocinamos cremas -de espárragos, de verduras, de queso (?!)- o pastas, que se venden por ejemplo raviolis rellenos con queso (otra vez), con verduras, con ricotto - que es también queso y no pimentón como creímos-. Si no, preparamos pizza (con queso!), o hamburguesa acompañada de papas para no ser siempre tan saludables... Y por ello, nos volvimos consumidoras fieles de milanesas: de soja rellenas con queso, de soja sola, de mijo y ---?--, de otras variedades que aún nos quedan por probar... Y si alguien sabe prepararse unas milanesas de berenjena, resultamos participando en un banquete de ambrosía, como consolación por la nostalgia que ataca al comensal colombiano en tierras alejadas del hogar.


Respecto a la compra de ingredientes: Verduras nuevas en nuestra alimentación son los zapallitos, redondos o alargados. De resto, las frutas y verduras que se consiguen en verdulerías (que esas sí hay afortunadamente) están supeditadas a la estación de la cosecha.  Por ahora no hemos tenido contacto con fruta diferente al banano, la naranja y la manzana, el tomate que es infaltable, y el aguacate (palta) que junto con el plátano son bienes de lujo más bien escasos. Esos mismos son los sabores de los jugos artificiales, más variados en el "manchatripas" (llámese tang o clight) que suman otros limitados contados como exóticos y que provienen principalemente del Brasil (melón es uno). El resto no son sino gaseosas de pomelo y vinos muy baratos. El gato negro a 5.000 pesos colombianos es una alternativa tentadora para solventar la monotonía en la sobremesa.

Es esperable entonces que el licor no esté reservado en la mesa argentina para los fines de semana, en los cuales es más común la cerveza Quilmes. Según la costumbre argentina, una noche cualquiera de invierno conviene tomarse un buen vinito, acompañado de una cena muy abundante y muy trasnochada -casi de desayuno, a la madrugada. Cena consistente, muy posiblemente, en unos ñoquis de papa, o unas pastas con pan, con mucho pan. Por ahora a nosotras no nos falta en la noche el chocolate calientito o el mate catalinudo para no dormirse tan temprano.

Y de postre... claro, hay que escribir sobre el postre. Si no existe la mora ni la uchuva, se tiene en cambio el damasco y la frutilla, que al menos en la forma de mermelada nos regala los nutrientes azucarados esenciales que a diario -¡y con qué frecuencia!- necesitamos. Porque acá existen tentaciones constantes en ese ítem gastronómico, dada la calidad y variedad de confiterías y panaderías donde no se consigue pan salado pero sí multitud de "facturas" o galletitas dulces variadas, alfajores, chocolates, etc., elaborados con el más fino dulce de leche que es una versión mejorada del arequipe. La garrapiñada de almendras es de las poquésimas tentaciones que tienen su nicho en las calles, pero es una esquisitez que por su elevado costo y reiterativa intimidación no hemos osado probar... por ahora.

Para terminar, un homenaje a la arepa colombiana, este preparado en tierras argentinas por las mismas prodigiosas manos que prepararon las berenjenas memorables:..

domingo, 5 de mayo de 2013

A orillas del Paraná



Rosario es una ciudad llena de mucho azul en el cielo -cuando los edificios no te impiden verlo- que se expande hacia todos los puntos cardinales, hasta que muy al norte se choca con una sustancia liquida que recorre de occidente a oriente el límite de la ciudad. Allí se encuentra el Paraná, con su inmensidad, con esos  barcos que lo obligan a imitar el mar, con lanchas pequeñas conducidas por los adinerados de la ciudad y  hasta por un par de piraguas diseñadas para que los turistas lo recorran, esto sin olvidar los amigos peces que sobreviven allí ocultándose de cuando en cuando de los múltiples pescadores que los buscan de día y de noche para usarlos como platillo principal en sus indecorosas cenas.

Hoy salimos ya por cuarta vez a caminar por el paseo del río realizando algunas estaciones de carácter técnico- artístico en el sentido más flautista de la palabra, al llegar allí, con lo primero con que uno se suele topar, es con un montón de verde que se esconde bajo las mantitas de los rosarinos que acostumbran visitarlo los domingos acompañados de sus niños, abuelos, perros, instrumentos musicales y su infaltable mate.

Si se sigue caminando van apareciendo sorpresas por todo el camino, el primero que aparece es el señor que vende pochoclo -crispetas en colombiano- y que va tocando una especie de bubucela para que los transeúntes se percaten de su presencia si es que que no han sentido el olor llamativo a crispetas de salida de misa. Luego, suena otra bubucela, casi siempre de color amarillo o verde, esa, es la de los churros, que no son de esos que venden en las esquinas de Medellín con la estrategia de mercadeo denominada olor perseguidor a tres cuadras de distancia; los churros aquí son diferentes, ya vienen preparados y el olor se siente cuando los tienes en la mano, algunos tienen un tamaño parecido al de una dona, otros son una especie de palitos rellenos con dulce de leche y los otros son como arepitas fritas con sabor a churro.

Y ya está ahí, se divisa el río Paraná en su inmensidad, nos ofrece una vista hermosa desde el paseo peatonal, resulta placentero deleitarse y hasta escaparse de la realidad solo con ver el lento movimiento de sus aguas mientras la brisa provocada por el viento en los árboles ribereños comienza a acariciarnos el rostro. Caminamos un poco más, y aparece de la nada un tendido de libros en el piso, como si los hubiese brotado la tierra, esos libros que nunca encontramos en el pasaje la bastilla o que debido a su mala edición no pudimos adquirir, allí, en un mismo lugar se encuentran desde libros de literatura clásica universal, pasando por los mas famosos de origen latinoaméricano en verso y prosa, la ola japonesa, gringa, europea y otros que no tienes idea de donde pudieron haber salido, pero que te dejan atónito y quieres comprar sin pensarlo mucho.

El camino continúa y las sorpresas también, ahora se trata de los grupos musicales, que los hay para todos los gustos, desde música clásica con violín, chelo y contrabajo, hasta reggae y rock and roll; aparecen también los artesanos con sus collares, alertes, manillas, mates y bombillas, figurillas en alambre y madera, camisetas pintadas a mano, vestidos únicos en su diseño y otra serie de artefactos que ahora no recuerdo.

Más adelante, aparecen ellos, lo que no quieres ver, si, ellos, los del clown, los desesperantes, están por todas partes, creo que se multiplican por obra del peor mago del lugar, uno muy burdo, que engaña todo el tiempo al público y no se avergüenza de ello. También aparece la chica que hace de estatua humana y nuestro amigo marioneto con su mono pianista imitador de John Lennon. 

Por uno de los lugares del paseo del río, nos encontramos con una suerte de coliseo donde se reúnen domingo a domingo un número indefinido de parejas de baile compuestas por niños, jóvenes y ancianos, quienes se ubican en fila india y empiezan a bailar danzas tradicionales de muchos lugares haciendo énfasis en los bailes gauchos y el tango.

Finalizando el recorrido nos encontramos con una pista de patinaje donde niños y jóvenes se dedican a hacer piruetas que te dejan con la boca abierta.

Cada espectáculo que nos encontramos, va convocando a una ronda de personas para que no nos quede otro remedio que asomarnos por un pequeño espacio para descubrir lo que allí se esconde. Por el camino pasa mucha gente caminando y nosotras aprovechamos para intentar camuflarnos entre ella, pero es difícil, especialmente con nuestro acento o tonada para los argentinos, quienes al menor descuido nos preguntan que de donde somos y después de todas la explicaciones del caso, terminamos por invitarlos a visitar Colombia.

Van siendo las 6:30pm y el sol empieza a ocultarse, comienza a hacer frío y entonces partimos a casa felices después de haber comprado un par de libros, comido churros, leído poesía y deleitado la vista con el paisaje y las personas que lo habitan. 

Activismo político


Antes que continuar linealmente con las disparatadas situaciones acaecidas al par de colombianas intervinientes en el blog, es necesario realizar un comentario a propósito del 1 de mayo, siendo como es una fecha tan sobresaliente al menos para quien escribe esta entrada en particular. Se trata, de todas formas, de otra primera impresión de Rosario que contrasta con las realidades a las que ya estábamos acostumbradas en Medellín: Por aquí la gente puede volcarse de forma más libre al ejercicio de ciudadanía, al activismo político, e incluso a la militancia revolucionaria abierta, lo cual podría relacionarse con la libertad para el ejercicio de la disensión que se ha ganado tras una lucha ardua y mucho dolor, pero a partir de sucesos hito muy bien marcados en la historia argentina, verbi gracia, el fin de la dictadura militar en 1983..

Desde entonces, y aunque con algunos estancamientos importantes, los argentinos comenzaron a recuperar la libertad de expresión que estuvo largo tiempo reprimida. Con una opinión pública polarizada en contra de los ejércitos de cualquier bandera, sin paramilitares, sin guerrilla- los montoneros no parecen sino estar vivos en la voz de Bombita Rodríguez- , sin grupos armados organizados que puedan acallar (excepto por las fuerzas armadas estatales) , sin miedo por un historial de violencia todavía latente como lo hay en colombia, y en general, sin amenazas tan áridas como las de nuetsro país, los rosarinos pueden salir a pronunciarse con tranquilidad respecto de los hechos que más les afectan, y pueden sentirse libremente afectados por más hechos de los que se permiten los medellinenses ("Chito, usted no vio nada", "Ay no, yo no soy de ahí", "Noo... yo no lo conozcooo..." etc)

Un chico que sostenía este cartel, al tiempo que reconocía 
abiertamente su militancia en el Partido Comunista Revolucionario ("clandestino"),
 decía que era necesario luchar con el pueblo y por ello 
estaban acompañando a Los Desocupados en frente de los tribunales

Así es como se ejerce un control público sobre la justicia, que a mi modo de ver no es siempre perjudicial y resulta antes bien, necesario. El acompañamiento a la audiencia de un estudiante detenido, el juicio al asesino de un activista, que fue transmitido en vivo en un televisor instalado en la vía pública de la calle Córdoba,  dos manifestaciones en frente de los tribunales -una de ellas organizada por el movimiento de los desocupados- son solo algunas de las expresiones que de ese fenómrno hemos podido presenciar.

Manifestación en la peatonal con transmisión de audiencia en vivo.
 (Característica de los mítines rosarinos = Acompañados de murgas a todo taco
y del gritaje de consignas cual si proveniesen de barras de fútbol)..


Cartel en mítin de Los Desocupados en frente de los tribunales

... y de todo ello no quedan sino ganas de expresarse, de pensarle a la realidad nacional e internacional, de buscar formas para articularse a grupos que trabajen por la defensa de los intereses públicos y sobre todo de regresar algún día al país natal con menos miedo y más disposición para participar activamente en la construcción de soeciedades más justas y equitativas.

Palabras clave:
Murga: ensamble tradicional de tambores que viene desde la época colonial como fruto cultural de la mezcla entre esclavos aborígenes y negros.