domingo, 20 de abril de 2014

Una extraña noche de pascua rosarina

Ya iba siendo la una de la mañana, cuando en la radio se escuchó la melodía de Triller y una voz pronunciaba felices pascuas, al parecer, ese sujeto del que hablaban resurgió de las tinieblas sin cicatrizar y con un olor bastante putrefacto, mas zombie que Beatle Juice y mas despistado que Frankestein.

Me lancé a las calles, estuve por más de veinte minutos parada en una esquina mirando lo que ocurría, en esas pasaron frente a mi tres mujeres con el rostro desfigurado por efecto de algún químico, subidas sobre un par de ladrillos cada una, estos bien atados a sus pies para poder dar un par de pasos cada tanto sin irse al piso, del otro lado de la calle, se veía un grupo de hombres que les aullaban cual si la noche de menguante se hubiese convertido en una de luna llena, ellas les respondían con gestos pues no comprendían muy bien su lenguaje.

En medio del escándalo y las caras de estas mujeres, un par de hombres se detuvieron justo en frente mio y no paraban de mirarme, me querían devorar con los ojos, me preguntaron mi nacionalidad y no les quise responder, pues ya se los había dicho todo y no lo habían alcanzado a comprender, además se aproximaba el transportador que me llevaría esa noche a casa.

Subí, y me encontré con un paisaje inhóspito, lleno de alaridos, de ojos desorbitados, de golpes al piso, cabezas salidas por los ventanales, cuerpos sobre cuerpos, fluidos a punto de estallar, gente que subía y bajaba, otros que se preguntaban qué ocurría, incluso vi a ese chico con el que la otra noche salí a bailar un par de temas de música de esclavos pero el desorden que habitaba el lugar impidió que nos saludáramos.

El recorrido se hizo eterno y cuando al fin se empezaron a vislumbrar las calles de mi barrio, apareció el tren en medio de la vía, no se movía para ningún lado, lo único que se movía eran las luces de los autos que querían cruzar la vía y los tímpanos de los pasajeros aturdidos por el  ruido de las bocinas que no paraban de sonar, luego de una larga espera, el tren comenzó a moverse, los pasajeros de los alaridos inmediatamente se reactivaron, por fortuna solo restaban un par de cuadras para llegar a casa, así qué me levanté como pude de mi asiento, caminé por entre ellos y sus miradas de canival, hasta que logré llegar a  la puerta trasera y descender.

Cuando bajé a la calle, inesperadamente sentí como si no hubiera en la ciudad persona alguna que no fuera yo, pude cruzar las dos avenidas que se ubican frente a mi casa  sin la necesidad de mirar para un lado y otro, abrí la puerta de mi casa y todo el ambiente se llenó de un tremendo olor a gas, por poco me desmayo antes de alcanzar a cerrar la llave de paso de la estufa, subí a la buhardilla casi de rodillas y con el corazón en la mano, mas al ver la luna asomarse por la ventana, mi espíritu de mujer lobo se estabilizó y pude irme a soñar con vos.


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