jueves, 8 de mayo de 2014

Pipa correcta

Desde aquella tarde en que llegó mi amigo colombiano del Perú con su pipa de piedra serpentina tallada en forma de cóndor de los andes, no paré de tener ganas de fumar un par de flores a orillas del Paraná en ella; me motivaba el hecho de conectarme con los andes mismos desde las orillas del Paraná en una experiencia mística, todo un sueño para mi.

Varias veces intentamos que se presentara la oportunidad, pero el amigo, bastante amigo de las flores por cierto, cuando no llevaba la pipa, terminaba llevando basura para los pulmones; incluso llevamos un pequeño ramillete a la montaña cordobesa, pero ni así la pipa y yo nos encontramos, porque mi amigo terminó con las flores cual enamorado con margaritas.

Pero hoy ha ocurrido lo inesperado, luego de pedalear un par de kilómetros de casa hasta la playa del Paraná con la compañía inmejorable del cocinero literato, ese de quién había prometido hablar hace poco más de un par de meses; resulta que en medio de la arena, arena y más arena de río, sus aguas meciéndose de un lado a otro, algún barquito de madera flotando, las estrellas y la luna con su sonrisa coqueta, el chico apareció con un par de flores en una mano, y en la otra, el cóndor, un cóndor sutil, discreto, tallado en piedra, más hermoso de lo que me había soñado con la pipa de mi amigo del viajero y me invitó a compartir el humo entre el sonido de la naturaleza que hizo apagar las lámparas que apagaron las luces artificiales de la playa, y nos permitieron tener mas ojos para ver la luna y las estrellas en el cielo y los juegos de las avecillas nocturnas con las aguas del Paraná.

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