Nunca en mi vida había visto personas tan extremadamente fanáticas del fútbol como los argentinos, son gente que se entrega con alma, vida y sombrero a las pasiones del fútbol, que no escatiman en gritos dignos de un hospital mental, en cantos desaforados de tribuna de ole ole ole olaaaá, y de remeras emblemáticas de sus equipos por mas que sean de barrio o de las grandes ligas.
Se llegó la primera cita del año entre los dos equipos de fútbol más emblemáticos de la ciudad, por un lado la famosa Lepra del Newels Old Boys y por el otro los eternos Canallas de Rosario Central, el partido se jugó una tarde de domingo en la cancha del Newels cerca al parque independencia, allí, el público sólo podía lucir la remera roji-negra, pues en este país tampoco se salvan los encuentros futboleros de los enfrentamientos entre hinchas en la cancha durante el día del clásico.
Las calles estaban totalmente vacías, por un momento pensé que habían regresado los milicos al poder decretando toque de queda, pero los noticieros no lo anunciaban y no se escuchaba ningún rumor por el barrio, lo único que se alcanzaba a escuchar eran gritos enardecidos, cuando logré descifrarlos, descubrí que no eran más que voces de hinchas fervorosos con ansias de ver anotar un gol a su equipo.
En medio de un silencio, a veces interrumpido por los gritos de los hinchas, de repente se comenzaron a escuchar bocinas de auto a punto de reventar cual si se estuviera en el peor atascamiento vehicular de la historia, y como la curiosidad me invadió salí al balcón de mi casa a ver qué estaba ocurriendo en la avenida, y me encontré con la imagen de filas y filas de autos con banderas Canallas, celebrando el triunfo, ensordeciendome durante horas, pues querían celebrar el triunfo de su equipo, cuya cancha está tan solo a un par de cuadras de mi casa.
Los gritos de "viva central CA-RA-JO", las bocinas ensordecedoras, las motocicletas con escape de aire y las bombas de aturdimiento no pararon hasta muy entrada la noche, realmente, fue un verdadero suplicio, más para mi que no soy la más fanática de ese deporte que alguien un día llamó "el opio del pueblo" y que por largo tiempo me he negado a consumir.
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