Tanto que me quejé y despotriqué esperando a que llegara la primavera, me sentía tan engañada, veía los árboles sin hojas, ni una sola flor, nada de polinización, los mismos productos de temporada de invierno en las verdulerias, la gente vestida con tanta ropa y yo muriéndome del frío.
Pues resulta que llegó la primavera, tarde pero llegó y como llegó, también se fue en menos de un suspiro, vino acompañada de árboles repletos de hojas, golondrinas y gorrioncillos, de un clima en el cual uno quisiera pasar todo el año, productos de temporada en la verdulería, mucha frutilla, durazno y hasta cerezas; también me trajo amores al corazón, buena compañía y días de diversión.
El asunto es que recién llegó la primavera y ya va de salida, cada vez los días se hacen más calurosos, es necesario prender el ventilador si es que se quiere pasar una noche tranquila a menos que tengas aire acondicionado en tu cuarto, el río, ese gran compañero, nos llama a visitarlo, a refrescarnos en sus aguas a cruzarlo hasta la isla, armar carpa y quedarse una noche en medio del verde y el agua.
Va llegando el verano y esta ciudad se calienta a punto de derretirte, el sol va poniendo tu piel de un color un poco más oscuro y tu pelo, si es que tienes rizos se vuelve una locura total.
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