El fin de semana pasado, estuvimos de celebración en honor a él, a ese sujeto que algunos denominan como el padre de la revolución, ese hombre de carne, sangre y huesos latinoamericanos, el que nació en Rosario y pasó su infancia en una vivienda muy cercana al majestuoso Paraná, el hombre que caminó por las calles que ahora recorremos en bicicleta, el que se tomó una fotografía antes de partir a su viaje por latinoamerica, en uno de los parques más emblemáticos de la ciudad "el parque de la independencia".
El día estaba un poco frío, pero eso no se constituyó en obstáculo para que saliéramos armadas con un buen atuendo, capaz de soportar el frío de este invierno que tantas ganas tiene de quedarse a vivir entre los esqueletos de los transeúntes desprevenidos que deambulan por las calles de la ciudad. Nos dirigimos entonces al monumento a la bandera, lugar en el que se anunciaba la famosa celebración, al llegar allí, en efecto, se empezaron a escuchar algunos sonidos color Ska mezclado con Rock argentino por supuesto.
Nos quedamos en el sitio escuchando un par de canciones, y volvimos al hostel para invitar a nuestras compañeras a disfrutar de la celebración, que según nos informaron algunos jóvenes del PCR, se terminaría a eso de las 11pm, así decidimos volver caminado por la clásica calle peatonal córdoba, donde nos encontramos con la grata sorpresa de varias librerías haciendo homenaje a nuestro revolucionario favorito con sus vitrinas.
De vuelta al concierto, todo pintaba de maravilla, y como ya éramos cuatro chicas, decidimos llevar dos botellas de vino para amenizar el momento. En efecto, llegamos al lugar, pero nos llevamos una sorpresa: la última banda, estaba tocando el último tema de la noche, así que mientras nosotras llegábamos, el concierto terminaba...y aun no eran las nueve de la noche; así que decidimos no dejar el vino para después, sino aprovechar que estábamos cerca del Paraná y nos dirigimos al paseo del río a tertuliar y bebernos la botella y media que nos quedaba. En el camino, nos encontramos una amiga canina con quién compartimos un par de papas fritas y unas cuantas caricias, también vimos a unos cuantos adolescentes jugar a ser adultos. Nos tomamos el último trago y decidimos aventurarnos a recorrer las calles de la ciudad rumbo a ese lugar al que ahora llamamos "casa", pero de una forma misteriosa, terminamos otra vez escuchando tango y milonga en el chamuyero.
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