Debo reconocer de entrada que el fútbol no lo cuento entre mis grandes pasiones, por eso después de estar en este país hace un par de años solo fue el sábado 25 de julio, un día soleado con vientos congeladores, cuando por primera vez fui a ver un partido de fútbol profesional argentino, el encuentro se dio en la cancha del Central Córdoba, quién recibía como visitante al equipo Berazaegui que vestía un uniforme color naranja que lesionaba la vista.
Muy emocionante estuvo el partido, los hinchas excesivamente puteadores, gritaban cuanta grosería en contraban en el camino a los árbitros y a veces a los jugadores visitantes cuando se mandaban un macana contra los locales, las cuales no entraré a enlistar, pero las madres de estos personajes aun deben estar heridas por tanto palabrerío.
Los resultados dieron como ganador a Central Córdoba del que me digo hincha, pues es un equipo que juega en la división C del fútbol argentino, un equipo de barrio mas concretamente de la sexta, con fanáticos de corazón, fervorosos charrúas que siguen animando a su equipo aunque esté lejos de jugar un clásico rosarino frente a la lepra o los canallas.