miércoles, 25 de septiembre de 2013

Nos engañaron con la primavera

Todos decían que el 21 de septiembre era el día de la primavera, que ya iba a ver como las calles iban a estar llenas de color con todas las frutas de la temporada, que esos árboles que el otoño dejó sin hojas, iban a volver a florecer, que el clima iba a ser una maravilla, que las más calzas y el rompevientos iban a desaparecer del diario vivir y por si eso fuera poco, me prometieron conocer a un nuevo amor.


Pues no, ese día llovió a cántaros sobre Rosario, solo un par de árboles tenían hojas nuevas, el frío invadía cada rincón de la ciudad, la gente vestía como si estuviéramos en la mismísima Tierra del Fuego que lo único caliente que tiene es el nombre, de frutas ni se diga, sólo hay frutillas (fresas) y pare de contar, lo único que se rescató de ese día fue ese sujeto que apareció de la nada durante las primeras horas de la primavera, que me besó la mano y me puso una manilla que encontró guardada en una esquina abriendo sus ojos cual gato con botas.

El clima sigue frío, incluso llueve casi todos los días, tanto que llegué a clases destilando agua porque cuando salí de casa en bici todo pintaba "bien", ya no me quiero mover de la cama en las mañanas y en las noches tengo que dormir con cobija extra, tengo que conformarme tomando jugo de fresa o de naranja con zanahoria, sino es que toca tomar agua, y del amor, mejor no hablemos.

    

jueves, 19 de septiembre de 2013

La chica del altillo

No puedo negar que entre mis escritores favoritos siempre ha estado el gran Pessoa y cómo no, su poema Tabaquería, ese que te pone a meditar sobre el sentido de la vida, sobre eso que ocurre todos los días en la vereda de en frente, en lo que la gente dice ser y en lo que realmente es, en esa sociedad que se encuentra allá afuera con un hambre voraz de ingenuos que tengan miedo a comerse el mundo a mordiscos.

Siempre me imaginé a ese hombre de la buhardilla, a ese que siempre lo fue y que quiso serlo sin importar el lugar real de habitación, hoy resulta que me he convertido materialmente en la chica que habita uno de esos cuartos que están alejados del resto de la casa, que por la ventana puede observar los amaneceres y las noches de luna llena mientras escribe disparates, que se encierra tapando las luces con cortinas, en una tarde lluviosa de sábado para ver una película de un director cuyo nombre se me escapa, pero que habla sobre gitanos, dientes de oro y una banda musical tocando atada al tronco de un árbol.

Me he convertido en esa chica que sale de casa sobre dos ruedas que funcionan sólo si pedaleas mucho, esa que transita entre una avenida y otra atravesando las vías del tren entre sobresaltos, imaginando que vive en los años treinta o se a mudado a unas cuantas cuadras de la casa de Ana Karenina, esa que en medio de la noche escucha el silbato del tren y siente que la historia se está repitiendo.

Y resulta que justo me asomo a la calle desde la terraza de la casa, y veo esa suerte de almacencito donde la gente va a pedir una llave nueva para abrir alguna puerta, y me pregunto, si será que tenemos demasiadas puertas que no llegaremos a abrir nunca, puertas de esas que no requieren llaves y por ende se nos salen del menos común de los sentidos.

Entonces vuelvo a pensar y no se, creo que no se nada, esta vida en este país donde se entiende el sentido del color azul celeste (yo diría azul cielo argentino) tal vez sea un nuevo comenzar, un conocerse desde otras perspectivas, un reflexionar sobre los pretextos que me tienen escribiendo cada noche la historia de algún personaje para un corto cinematográfico, inspirada en alguna noticia de la prensa, algo que marcó mi vida o eso que pasó en la cerrajería de en frente.

Ahora siento que he fracasado en la idea de ser considerada una gran jurista, creo que me quedaré con la vida teatral, con la carpa y el circo con monos y todo, balanceándome en el trapecio de un lado a otro y a veces, sentarme en la barra a observar como los espectadores quieren ver una figura más y hacerles una mueca al mejor estilo clown, luego bajarme y ponerme el disfraz de intelectualoide con gafas que me trajo a explorar estos caminos.

Desde la terraza de la casa los días y las noches parece que transcurrieran en otra dimensión, el sol se ve allá lejos tan redondo como una bola de fuego, mientras del otro lado las nubes van tomando un color violeta y una curiosa estrella quiere hacerse pasar por un lunar coqueto que adorna la sonrisa de la luna, en las noches, después de una tarde de lluvia, la ciudad se llena de niebla y si por algún descuido te encuentras observando ese espectáculo, podrás llegar a sentir que la catedral de notre dame se ha trasladado a Rosario.

Va siendo hora del te y yo solo pienso en comer chocolatinas, quiero comer chocolatinas, pero sólo encuentro un recipiente sin etiquetas relleno con dulce de leche en la heladera, uno que compraron los chicos la otra tarde para comer dulce de leche de  verdad, mientras yo añoro comer chocolatinas y tomarme un café de máquina donde pastora, guardar la lámina pegándola en alguna libreta o adornando los muros de la ciudad.

Y bueno aquí estoy yo, queriendo ser la chica de la buhardilla sin serlo, comiendo dulce de leche, estudiando en el extranjero sin aguapanela para el resfriado, y con un grupete de compañeros que quisieran ser como yo, ignorando que la otra tarde llegué llorando a casa porque no quiero ser como ellos. 

La rueda gira, y ahora veo que sale un hombre del almacencito de en frente, creo que lleva en sus manos un par de llaves pero no las logro identificar, ya que mientras las guarda en uno de sus bolsillos me mira mientras el encargado del local se sonrie.  

domingo, 8 de septiembre de 2013

Entre una clase y otra

Como es bien sabido, en este país la educación es pública y gratuita, se fomenta la cultura y no solo la gente que tiene el dinero suficiente puede dedicarse al arte.


Con los compañeros de la clase de canto 
Ahora resulta que yo viajé a estas latitudes a hacer una maestría como objetivo principal y recuerdo que decía que quería un novio cineasta para aprender mucho del tema, pues bien, observando los resultados de la experiencia vivida hasta ahora, las cosas salieron mejor de lo planeadas, tanto que no necesité romeo cineasta  porque yo misma estoy tomando cursos relacionados con el séptimo arte directamente sin pagar por ellos.

La agenda se encuentra totalmente copada de lunes a viernes y cada quince días hasta los sábados cuando hay clase de la maestría, estoy tomando clases de guión de cine,  producción de documental, escritura literaria, tela y trapecio, teatro, canto y pilates.

 Ya abandoné la de critica de cine porque estaba muy crítica la situación y se me cruzaba con una de las clases de tela, pero quedó como herencia el hecho que me ayudó a comprender por qué Buñuel hace peliculas tan enredadas y por qué  hay ene mil versiones de superman.


En el edificio de los armarios.
Plataforma Lavarden
Saltando de una clase a otra he aprendido muchísimo, ya no tengo tanto pánico escénico, mi voz salió de la ducha, mis brazos y piernas se están tonificado, puedo hacer un par de figuras en la tela y en el trape, descubrí que puedo servir para esa cosa rara de escribir guión de cine sin tanta dificultad, y pues lo mejor de todo ha sido que en cada lugar al que llego a tomar una clase, ya sea en una biblioteca entre estanterías de libros y un pizarrón donde se improvisan escaletas de una película traída de los cabellos, en un edificio con cuartos que se esconden tras de los armarios, en un galpón que servía para guardar trenes en otrora o debajo del puente de una gran avenida, se han cruzado personas realmente bellas que le llenan a uno la vida de sonrisas todos los días y hasta hacen que uno no se sienta extraño en este país del sur.
En una de las clases de teatro debajo del puente



La experiencia que estoy viviendo es totalmente recomendable, preferiblemente si se quiere vivir una vida llena de sorpresas, de conocimiento de si mismo y de experimentar con todo lo que se te cruza por el camino.