Ahora que llevo cuatro años en el país de los gauchos, mas precisamente en la ciudad que vio nacer al Ché a Fito y a Messi, ya no me siento tan extranjera, salvo por mi acento antioqueño, el desayuno que no se ha adaptado a mates con masitas y mi gusto por la salsa clásica. Por lo demás, he empezado a entender términos, frases y comportamientos sociales que a mi llegada a esta geografía eran algo totalmente extraño por no decir exótico (porque la exótica en este país soy yo).
Paso a enlistar algunas de esas cosas que se han normalizado para mi, cuando antes eran algo traído de los cabellos.
Actitud en los cumpleaños: aquí no es como en Colombia, dónde los cumpleaños por lo general son organizados por personas distintas a quién conmemora su natalicio, aquí ocurre totalmente lo contrario, pues quién cumple años lo anuncia con bombos y platillos invita a todo el mundo a su casa, a un bar o consigue salón de fiestas para celebrar, normalmente lleva su propia torta al lugar de trabajo y de estudio y se le canta "que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas, que los cumplas, que los cumplas feliz" lo que indica que decidieron olvidar parte de la letra del feliz cumpleaños y decidieron repetir siempre la misma frase, lo que equivaldría a una traducción literal del "happy brithday to you". Lo que mas me gusta de los cumpleaños argentinos son los postres, porque eso sí, aquí los postres en general, el helado y las tortas suelen ser gourmet, y yo como de todo un poquito.
En todas las casas hay horno y en muy pocas licuadora: Si, escasean las licuadoras, y en consecuencia las jarras llenas de jugo en las neveras que aquí llaman heladeras, le dicen jugo a un fresco en polvo y al jugo de fruta le dicen licuado o exprimido si se trata de jugo de naranja. Con el paso del tiempo y de las estaciones, donde van apareciendo frutas y verduras según el clima que haga, me di cuenta que no hay abundancia de frutas todo el año y que conseguir un mango puede llegara a convertirse en la odisea, y ni que decir de la hora del almuerzo, donde te ofrecen de sobremesa agua o gaseosa y pare de contar. Como mencioné al principio, en todas las casas hay horno que no se usa solo para guardar ollas y cacerolas, sino para preparar la mayoría de las comidas de la gente y con eso voy perdonando la falta de licuadora, porque gracias a este artefacto de cocina se pueden preparar ricas recetas, pan casero del cual ya tengo mi propia receta. Y a esto hay que sumarle que a la lavadora le dicen "lavarropas" y como en muchas casa no hay, por toda la ciudad se ven lavanderías donde te entregan la ropa, limpia, secada y planchada...algunas veces quemada.
Aquí la gente no sabe bailar guapachosamente: puede que tomen cursos de danza contemporánea, salsa, afro, ritmos latinos y tango, pero a la hora de salir de guaracha, parece que todo el mundo tuviera dos pies izquierdos y uno ya ni se desgasta en buscar un buen parejo que le de el paso, primero, porque si uno baila con alguien al que no conoce, ese alguien piensa que uno le está echando los perros, o si te sacan a bailar y decís que sí, también creen que les gustás y segundo, porque la gente baila sola, cada quien en la suya, incluso me parece raro ver bailar a la gente en pareja.
He dejado de usar determinadas palabras y adoptado otras: ya no digo cojer sino agarrar, ya no digo pito sino corneta o bocina, ya no digo chaqueta sino campera, ya no digo aguacate sino palta, ya no digo piña sino ananá, ya no digo fresa sino frutilla, ya no tomo tinto sino café, ya no digo lapicero sino birome o lapicera, ya no me tomo el bus sino el bondi o colectivo, ya no vivo en un apartamento sino en un departamento, ya no me voy de rumba sino de joda. Ahora digo: y si, posta, qué flash, que macana, pibe, chabón, boludo, viste, ahh bue, que garrón, copado, me copa.
Durante estos cuatro años me han pasado un sin número de cosas, he vivido todo tipo de experiencias, que si me pongo a escribirlas aquí me perdería la vida que se vive allá afuera.
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