Nos hospedaron en su casa Alvaro y Luchi la cual está metida a unos diez minutos del pueblo en auto quienes son a su vez hermano y cuñada de Eugenia, viajamos acompañadas de Martina (9 años, hija de Alvaro) y Nora, mi suegra.
La idea era salir a recorrer las montañas, bañarme en el río, ir a ver los cóndores de las altas sierras, pero todo ello fue menguado por una lluvia implacable que recién terminó cuando tomaba camino de regreso.Los planes para la estadía cambiaron a tal punto que aprendí más sobre juego de mesa que sobre geografía cordobesa.
A cerca de la alimentación durante el fin de semana, debo admitir que estuvo sobrecargada, comenzando con panes integrales con dulce de leche y queso de campo, tallarines caseros elaborados por la anfitriona de la casa, un curioso menú de restaurante consistente en un plato de papas fritas mezcladas con huevo revuelto -un menú bastante montañero, solo le faltó la arepa-, chocolates tradicionales de la región, merenguitos, y todo lo que estuviese a la mano susceptible de ser devorado.
El viaje de regreso lo hicimos cruzando las altas cumbres, el paisaje fue inigualable, montañas cubiertas de nieve, pequeños pueblos sobre el valle, cóndores volando, bajada de la sierra a la pampa y la mejor compañía, todo ello acompañado de un radiante sol primaveral.
Llegamos a Rosario, y aún estaba de día, nos esperaba Shetza Chicacausa con un suculento plato de comida para terminar el fin de semana largo como debe ser y comenzar la semana corta con dolor de panza y vómitos por no haber cerrado el pico de viernes a lunes.
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