Resulta que aquella tarde, no solo yo decidí detenerme en la mencionada plaza, sino también un par de amigas más, una de ellas con su cuaderno de dibujo en el que me la encontré como de costumbre realizando bocetos de manos con profundas articulaciones, senos caídos muy al natural y un par de frases de lucha, en ese observarla, se nos acercó la reina de la selva -de cemento- con ganas de hacer un dibujito en el cuaderno de mi amiga, y si, el famoso dibujo terminó convirtiéndose en dos, el primero una cucaracha con cachos y el segundo no mas adorable, un murciélago de grandes colmillos.
La pequeña Leona estaba tan entusiasmada con nosotras que luego de dibujar, quiso hacernos partícipes de sus juegos y ahi estábamos, eramos tres chicas y una Leoncita apodada "kirikú", con ella jugamos con las clavas que un aprendíz de malabarista nos prestó y saltamos en el prado de un lado a otro jugando a la batalla medieval, a quien ganaba cada contienda, Leona le daba un premio en forma de flor amarilla de esas que crecen en los parques de las ciudades, lo particular era que esta chiquilla, siempre quería que yo ganara y así perdiera siempre me regalaba una flor, me miraba con esos ojos redondos y me decía al oído, "esta flor es para vos".
Al finalizar la tarde, se hacía hora de ir a la clase que me faltaba y por ende, despedirme de Leona quién me preguntó si volvería a jugar con ella, me regaló una muñequita de papel y a mi amiga de la libreta otra, eso, porque entre crespas nos entendemos.
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