jueves, 28 de noviembre de 2013

Jueves 2.0 ó el trío maravilla

Entre las clases de trapecio y los ensayos del coro resulta que lentamente fue naciendo una bella amistad entre tres chicas locas, todo empezó con paseos en bici por la ciudad, ensayos callejeros y un intento por tomar una cerveza.

Jueves a jueves luego del ensayo de canto las tres chifladas salimos a tomarnos un porrón (un litro de cerveza), a cocinar en la casa de alguna o caer a un barcito donde toca alguna banda, lo que marca estas salidas por la ciudad es que siempre e infaltablemente cada vez que nos juntamos cae una tormenta en la ciudad, no se sabe si la razón es el clima primaveral y sus consecuentes aguaceros o los estragos que causamos al juntarnos y romper como un trío de rayos la cotidianidad de nuestras semanas.

El problema que surge, es que al finalizar la noche de estragos terminamos amaneciendo en casa de la bailarina, que nos ofrece tranquilidad, confort y hasta en una de tantas noches a un celiaco por convicción, pero que en la mañana no nos queremos levantar a dar clase, estudiar ingles, ni entrar a trabajar, todo eso ocurre los viernes a las once de la mañana o mejor dicho los jueves y medio.  

Las flores de Leona

Hace un par de días salí a caminar por la plaza pringles, por donde paso tantas veces antes y después de clases, por esa plaza donde los artesanos salen todos los días a ofrecer sus productos a los transeúntes que se dirigen a la peatonal córdoba o regresan de ella, que están realizando alguna diligencia en el centro de Rosario o que como yo, se detienen un rato a saludar un amigo que parcha con un paño atiborrado de mandalas, pipas, pulseras y mucha mostacilla.

Resulta que aquella tarde, no solo yo decidí detenerme en la mencionada plaza, sino también un par de amigas más, una de ellas con su cuaderno de dibujo en el que me la encontré como de costumbre realizando bocetos de manos con profundas articulaciones, senos caídos muy al natural y un par de frases de lucha, en ese observarla, se nos acercó la reina de la selva -de cemento- con ganas de hacer un dibujito en el cuaderno de mi amiga, y si, el famoso dibujo terminó convirtiéndose en dos, el primero una cucaracha con cachos y el segundo no mas adorable, un murciélago de grandes colmillos.

La pequeña Leona estaba tan entusiasmada con nosotras que luego de dibujar, quiso hacernos partícipes de sus juegos y ahi estábamos, eramos tres chicas y una Leoncita apodada "kirikú", con ella jugamos con las clavas que un aprendíz de malabarista nos prestó y saltamos en el prado de un lado a otro jugando a la batalla medieval, a quien ganaba cada contienda, Leona le daba un premio en forma de flor amarilla de esas que crecen en los parques de las ciudades, lo particular era que esta chiquilla, siempre quería que yo ganara y así perdiera siempre me regalaba una flor, me miraba con esos ojos redondos y me decía al oído, "esta flor es para vos".

Al finalizar la tarde, se hacía hora de ir a la clase que me faltaba y por ende, despedirme de Leona quién me preguntó si volvería a jugar con ella, me regaló una muñequita de papel y a mi amiga de la libreta otra, eso, porque entre crespas nos entendemos.   

miércoles, 6 de noviembre de 2013

No todo en la vida es color de rosa

Ya se que el nombre de esta entrada puede llevar inmersa una contradicción en su más puro estado con el nombre de este blog, pero esa es la vida, esa en la que se pierden los unicornios azules, se roban el mes de abril, le faltan un par de aretes a la luna, se pierden las noches, las balas y un desconocido se va montado en tu bicicleta.

Sólo alcancé a escuchar como se rompía el candado, cuando salí a la puerta, ahí estaba él, llevándose a mi chica, tomándola como yo la tomaba y mirándome con todo el cinismo del mundo, hablé, grité, chiflé y nadie me atendió, sólo quedé allí plantada sobre un banquito con los ojos húmedos y sin un hombro para sollozar,  así que tomé las cosas que me quedaban y me fui a desahogar el llanto que no podía callar por la pérdida de mi compañera de aventuras y seguir sirviendo cafés a señoras hobbitses como si nada hubiera pasado.

Ahora las distancias serán más largas, su campanita de gato no sonará  más en mi oído por las calles de rosario, ni atravesando las vías del tren después de esperar sobre ella al lado de un enorme bus a que pasen más de diez vagones cargados de trigo en las noches, ya no importunaré con mis rizos voladores a alguna amiga osada que maneje mientras yo me voy sentada sobre un cojín improvisado con alguna rompevientos, esa que ya no tendré necesidad de usar porque en los buses el viento no acaricia tu rostro, ni se mete entre tu ropa y te llega hasta tus huesos haciéndote sentir vivo.

Hoy es un día en que el rosa se pinta de gris con un aguacero con sabor a llanto que acrecienta el Paraná y me ubica en el asiento trasero de un autobus con el rostro oculto entre las rodillas.