Entre las clases de trapecio y los ensayos del coro resulta que lentamente fue naciendo una bella amistad entre tres chicas locas, todo empezó con paseos en bici por la ciudad, ensayos callejeros y un intento por tomar una cerveza.
Jueves a jueves luego del ensayo de canto las tres chifladas salimos a tomarnos un porrón (un litro de cerveza), a cocinar en la casa de alguna o caer a un barcito donde toca alguna banda, lo que marca estas salidas por la ciudad es que siempre e infaltablemente cada vez que nos juntamos cae una tormenta en la ciudad, no se sabe si la razón es el clima primaveral y sus consecuentes aguaceros o los estragos que causamos al juntarnos y romper como un trío de rayos la cotidianidad de nuestras semanas.
El problema que surge, es que al finalizar la noche de estragos terminamos amaneciendo en casa de la bailarina, que nos ofrece tranquilidad, confort y hasta en una de tantas noches a un celiaco por convicción, pero que en la mañana no nos queremos levantar a dar clase, estudiar ingles, ni entrar a trabajar, todo eso ocurre los viernes a las once de la mañana o mejor dicho los jueves y medio.