Después de varios meses en el país que vió nacer al revolucionario más famoso de la historia reciente, más exactamente en la ciudad donde sus ojos se abrieron por primera vez al mundo, ya iba siendo hora de conocer esa ciudad donde el Rio de la Plata te mira de frente mientras vas por caminito tratando de entonar algún tango en voz alta y de repente te topas con un gato.
Las ansias por conocer a Buenos Aires cada vez eran más grandes, máxime cuando decidimos viajar en tren contrariando el tema de Charly porque "yo si voy en tren, no voy en avión", el viaje duró unas ocho horas, el tren pasaba de pueblo en pueblo pero sin hacer esas paradas que acostumbraba en aquella época cuando la estación de Santigo del Estero no se había derrumbado.
A eso de las once de la noche por fin llegamos a capital, el tren ingresaba lentamente a la ciudad mientras yo miraba por la ventana las luces de la ciudad, bajamos y allí en la terminal tomamos por primara vez el SUBTE, era el último de la noche, ya no vendían tiquets, pero como aquí no existe ese sistema de control social llamado cultura metro, pudimos ingresar corriendo con nuestras mochilas al hombro, después de haber entrado por la puertecita de al lado de la registradora.
En Buenos Aires hay muchas para hacer todos los días, y si bien es un ciudad caótica donde tienes que tomar el subte para llegara todas partes, se disfruta conocer esa parte de la ciudad en que las personas viajan en un contenedor subterraneo sin cambiar el aspecto de su rostro, dejar de comer, no discriminar a los artistas y vendedores callejeros.
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Puente de la mujer visto en una noche de caminata por Puerto Madero |
Salimos a conocer el barrio de Borges, el cementerio de la recoleta, puerto madero, pasamos una y mil veces por el obelisco, caminamos por la calle corrientes saltando de una librería a otra comprando buenos libros a bajo precio, fuimos a "once" que es algo así como "el hueco" de Medellín, pero al estilo porteño, tomamos la respectiva foto frente al puente de la mujer, fuimos a la boca y al estadio de Boca, luego al encantador caminito y a ver pasar el Rio de La Plata desde uno de sus miradores, el tiempo incluso a llevarnos a la casa rosada y "al llegar a la plaza de mayo me dio por llorar y me puse a gritar dónde estás", caminamos por la calle defensa entre artesanos y turistas del mundo, nos detuvimos unos segundos frente a una sexy banda de una suerte de ska, en definitiva, alcanzamos incluso a tomar vino en una plaza a la media noche mientras la bruma invadía la ciudad.
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Un gato muy coqueto y posudo que nos encontramos en una de las calles de caminito queriendo ser fotografiado |
Pasamos un largo fin de semana en la ciudad de la furia, de cada lugar quedan mil historias que contar, pero es hora de tomar el tren de regreso a Rosario y estoy pensando en Ana Karenina.