viernes, 30 de agosto de 2013

Haciendo mercado en las verdulerías de la ciudad

Ahora uno no dice "voy a ir a la revueltería de la esquina a comprar un aguacate maduro", sino "voy a ir a la verdulería que queda en Riccheri y Urquiza a ver si hay una palta que pueda envolver en periódico para que esté madura para el almuerzo de mañana". 

Aquí las cosas son un poco extrañas en el mundo del mercado de las verduras, uno se va de una verdulería a otra y en todas se usa el mismo lenguaje,salvo que sean autoservicio, porque uno aquí ni siquiera puede escoger los tomates que se quiere comer en la ensalada. La cuestión es muy sencilla, toca ir a pedir medio kilo de tomate, una ananá, dos paltas, un morrón, brotes de soja, un platano aclarando que es una cosa distinta del banano, preguntar si de casualidad tienen cilantro, y que para cuando habrá mandioca.

El lenguaje cambia, pero en medio de todo uno disfruta, con cosas como el cambio de estaciones que genera temporadas de determinadas frutas y verduras como la berenjena y el zapallito en el invierno y la frutilla y las cerezas ahora que llega la primavera, además hay algo que cambia mucho, si, es ese aspecto que tienen las verdulerías aquí, parece que se tratara de un juego de organizar las frutas en filas determinadas con la respectiva combinación de colores, y los empleados del lugar que las van organizando en diagonal, de modo que si o si sigan siendo agradables a la vista y uno quiera quedarse observando el cuadro.


miércoles, 28 de agosto de 2013

La ciudad de la furia

Después de varios meses en el país que vió nacer al revolucionario más famoso de la historia reciente, más exactamente en la ciudad donde sus ojos se abrieron por primera vez al mundo, ya iba siendo hora de conocer esa ciudad donde el Rio de la Plata te mira de frente mientras vas por caminito tratando de entonar algún tango en voz alta y de repente te topas con un gato.

Las ansias por conocer a  Buenos Aires cada vez eran más grandes, máxime cuando decidimos viajar en tren contrariando el tema de Charly porque "yo si voy en tren, no voy en avión", el viaje duró unas ocho horas, el tren pasaba de pueblo en pueblo pero sin hacer esas paradas que acostumbraba en aquella época cuando la estación de Santigo del Estero no se había derrumbado.

A eso de las once de la noche por fin llegamos a capital, el tren ingresaba lentamente a la ciudad mientras yo miraba por la ventana las luces de la ciudad, bajamos y allí en la terminal tomamos por primara vez el SUBTE, era el último de la noche, ya no vendían tiquets, pero como aquí no existe ese sistema de control social llamado cultura metro, pudimos ingresar corriendo con nuestras mochilas al hombro, después de haber entrado por la puertecita de al lado de la registradora.

En Buenos Aires hay muchas para hacer todos los días, y si bien es un ciudad caótica donde tienes que tomar el subte para llegara todas partes, se disfruta conocer esa parte de la ciudad en que las personas viajan en un contenedor subterraneo sin cambiar el aspecto de su rostro, dejar de comer, no discriminar a los artistas y vendedores callejeros.

Puente de la mujer visto en una noche de caminata por Puerto Madero


Salimos a conocer el barrio de Borges, el cementerio de la recoleta, puerto madero, pasamos una y mil veces por el obelisco, caminamos por la calle corrientes saltando de una librería a otra comprando buenos libros a  bajo precio, fuimos a "once" que es algo así como "el hueco" de Medellín, pero al estilo porteño, tomamos la respectiva foto frente al puente de la mujer, fuimos a la boca y al estadio de Boca, luego al encantador caminito y a ver pasar el Rio de La Plata desde uno de sus miradores, el tiempo incluso a llevarnos a la casa rosada y "al llegar a la plaza de mayo me dio por llorar y me puse a gritar dónde estás", caminamos por la calle defensa entre artesanos y turistas del mundo, nos detuvimos unos segundos frente a una sexy banda de una suerte de ska, en definitiva, alcanzamos incluso a tomar vino en una plaza a la media noche mientras la bruma invadía la ciudad.

Un gato muy coqueto y posudo que nos encontramos en una de las calles de caminito queriendo ser fotografiado


Pasamos un largo fin de semana en la ciudad de la furia, de cada lugar quedan mil historias que contar, pero es hora de tomar el tren de regreso a Rosario y estoy pensando en Ana Karenina.




martes, 27 de agosto de 2013

Para Cata

Ahora van regresando las historias y bueno, va a ser difícil volverlas a relatar hablando en la primera persona del plural catalinomartezco, porque ahora en esta ciudad que va por ese camino que transita de un invierno atiborrado de vientos australes a una primavera con árboles floreciendo de todos los colores posibles, ahora, estoy aquí sentada frente a un aparato escribiendo sin leerle a nadie en voz alta y preguntarle si está bien la escritura, si quizá faltó algún detalle, si le parece mejor esta foto o aquella, ahora solo queda escribir y leer mentalmente otra vez, esperando que ella luego lea también y recuerde con cada linea los momentos locos, divertidos, tormentosos, alegres y tristes que pasamos juntas en esta ciudad del sur.

Hoy el hostal Quechua ya no es nuestro habitáculo, las dos partimos de allí con nuestras mochilas sobre los hombros, ella tomó un tren hacia el norte y yo uno hacia el sur, cuando regresé, creí que iba a encontrarla en mi nuevo hogar durmiendose antes de las diez, pero ya no estaba, solo quedaban un par de zapatos que se compró para "aprender a montar en tacones", un vestido largo como de gitana y su eterno saco rojo, ese que usaba para confundirse con los hinchas del Newells sin saberlo.

Ahora voy a las clases de teatro y de repente la busco para enviarle un enorme y alevoso "ZAP", pero no la encuentro por ningún lado, así que no me queda otro remedio que optar por un "BOING" que haga revotar todo y la mantenga siempre en mi recuerdo como una de las mejores compañeras de la vida, esa agua que se convertía en aceite cuando yo siendo aceite de oliva hacia metamorfosis a agua. Las dos un par de gotas de agua y acetite, aprendimos grandes cosas sobre la vida, a saber que no todos somos iguales y que es bello vivir en la diferencia.